He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

Un hola, un adiós y un "bon voyage".

Me desperté sobresaltado. Miré al techo, y por un momento pensaba que se me venía encima. Una situación que por desgracia, ya me era familiar.
Miré hacia la ventana, y estaba como siempre, la persiana medio bajada y el cristal a medio cerrar, como mi corazón. Tras cerrar los ojos durante unos segundos, y estirar las piernas, alargué la mano hasta la mesita de noche.

Tanteando el terreno distinguí el reproductor de música, la cartera, las llaves, y el último y no por ello el menos importante, el móvil. Comprobé la hora, eran las 13:30, ni tan tarde como de costumbre ni tan temprano como en ocasiones, una hora rara para despertarme.

Decidí levantarme, porque ya poco iba a hacer en la cama. Fui a la cocina, y el ambiente era sin duda fatídico, pues aún estaban por ahí en medio los restos de lo que fue antaño mi cena. Demasiado cansado como para recogerlo, necesitaba algo que beber. Abrí la nevera, y acabé con un brick de leche a medio beber.

Volví a mi cuarto, miré el móvil de nuevo. No tenía llamadas perdidas ni SMS, así que lo dejé en la mesa y cogí ropa interior limpia y el paquete de tabaco. Retrocedí a mitad de pasillo, para recoger el reproductor de música, y reanudé mi camino hacia el baño.

Puse la música y me metí en la ducha. Empezó a sonar aquella canción de Crazy del tal Barkley, y sus palabras hicieron eco en mi mente.¿Era todo una locura?.
Eché la cabeza hacia atrás haciendo que el agua me lavase toda la melena, y cerré los ojos. Me quedé así durante unos minutos, hasta que empecé a enjabonarme y a terminar de ducharme.

Salí de la ducha. Sonaba Stricken de Disturbed, saqué un cigarro y fui a mi cuarto. Me asomé a la ventana, dí una honda calada y me giré para buscar algo en el cuarto. Localicé el móvil de nuevo. Lo encendí, y pude comprobar que de nuevo, seguía sin llamadas ni SMS.

Me dirigí a la ventana de nuevo. Le dí una profunda calada y me quedé callado.

Nunca nos gustaron las despedidas.

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