Miré hacia la ventana, y estaba como siempre, la persiana medio bajada y el cristal a medio cerrar, como mi corazón. Tras cerrar los ojos durante unos segundos, y estirar las piernas, alargué la mano hasta la mesita de noche.
Tanteando el terreno distinguí el reproductor de música, la cartera, las llaves, y el último y no por ello el menos importante, el móvil. Comprobé la hora, eran las 13:30, ni tan tarde como de costumbre ni tan temprano como en ocasiones, una hora rara para despertarme.
Volví a mi cuarto, miré el móvil de nuevo. No tenía llamadas perdidas ni SMS, así que lo dejé en la mesa y cogí ropa interior limpia y el paquete de tabaco. Retrocedí a mitad de pasillo, para recoger el reproductor de música, y reanudé mi camino hacia el baño.
Puse la música y me metí en la ducha. Empezó a sonar aquella canción de Crazy del tal Barkley, y sus palabras hicieron eco en mi mente.¿Era todo una locura?.
Eché la cabeza hacia atrás haciendo que el agua me lavase toda la melena, y cerré los ojos. Me quedé así durante unos minutos, hasta que empecé a enjabonarme y a terminar de ducharme.
Salí de la ducha. Sonaba Stricken de Disturbed, saqué un cigarro y fui a mi cuarto. Me asomé a la ventana, dí una honda calada y me giré para buscar algo en el cuarto. Localicé el móvil de nuevo. Lo encendí, y pude comprobar que de nuevo, seguía sin llamadas ni SMS.
Me dirigí a la ventana de nuevo. Le dí una profunda calada y me quedé callado.
Nunca nos gustaron las despedidas.
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