He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

Hijos de la desdicha.

Nadie se muerde la lengua al decir "¡Qué mala educación tienes!". Esa frase la usan ya todos, al principio era sólo cosa de viejos aburridos sin obras que ver o sin palomas que alimentar, pero ahora se está multiplicando peligrosamente.
Y parece que no nos damos cuenta de lo que acarrea. Como siempre, en este puto país de mierda, dónde la gilipollez alcanza unos límites insospechados, la gente habla sin tener en cuenta el peso de sus palabras.

Yo siento pena siempre que veo una persona digna de la peligrosa y muy triste palabra "Mala educación".

Todos nos imaginamos a ese niño pequeño consentido y llorón que patalea cuando no consigue lo que quiere. Pero existe otros puntos de vista, que también se usan sin ningún tipo de decoro ni pensamiento.
Ese pobre crío de cinco años, hablando mal, vistiendo peor. Miras a los padres, pero cuando los ves, deseas poder volver atrás. Están borrachos, sus hijos a un metro de ellos, tienen pinta de no haberse duchado en eones, se hablan a gritos, posiblemente le peguen a sus hijos por resarcirse con algo.

Posiblemente esos pobres críos, hayan sido engendrados por accidente. No saben en qué infierno se meten.
Juro por todo lo mas valioso de mi mundo, que siempre que veo un niño así, algo muere dentro de mí. No puedo verlo, su existencia así agotada, esos niños que cuyos padres son sus figuras máximas, y lo único que se llevan son hostias, gritos y malos modos. La etapa más tierna de tu vida, jodida hasta la eternidad.

Luego los chicos crecen. Y cometen los mismos errores del pasado, algunos tienen mas suerte y mueren antes, acabando con su sufrimiento, otros son dados en adopción, otros... corren la suerte de sus padres. Un círculo de nunca acabar. Una desgracia tras otra. Los hijos que nadie quiso. Las víctimas de la gilipollez española. Son reales, los ves por las calles, en plazas, paseos o parques.

Y luego, te toca soportar a los típicos adultos impotentes, que sólo se sienten superiores cuando algún chico más joven que ellos se les acerca, y empiezan a disparar dardos provocativos, sabiendo que el joven es tonto y saltará violentamente, teniendo así un juguete para entretenerse. Y te dirán "qué mal educado".
Y me lo dirán a mí. Y me acordaré esa noche de esos pobres chiquillos que dejan su suerte en manos de sus pobres progenitores, que hace años, fueron los mismos chiquillos que sufrieron los mismos golpes, y los mismos abusos.

Hasta las ratas cuidan mejor de sus crías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario