He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

¿Que se acaba el qué?

Las redes sociales están que arden con tanto resumen del año de cada uno. Es como si de una manera u otra pensáramos que nos venden el tiempo empaquetado en cajas de un año. Y tras abrir una de esas cajas, ahora nos disponemos a hacer una crítica del producto recibido, un unboxing así en un directo diferido escrito -lleva pelo esto- para todo el que quiera -o no- leer o informarse.

Suficiente infamia pensando que podemos acotar el tiempo según datos y cálculos, cuando éste, lleva aquí mucho más... tiempo, que nosotros mismos. El tiempo lleva aquí más tiempo que nadie. Siempre existió el tiempo, o así me lo imagino yo.

Es correcto mirar atrás, condicionados claro está, sobre lo que hemos vivido en un año. Es una acotación que nos sale sola, muy natural. Y además muy exacta. Todos sabemos qué cosas nos daría tiempo a hacer en un año grosso modo. Pero el tiempo no dura siempre lo mismo, el tiempo es abstracto para cada cual, y no, no pienso que el conteo de sesenta segundos sea igual para todas las personas del mundo.
Me encierro, lo advierto. No me bajo del burro. Los últimos sesenta segundos de este año, no durarán lo mismo para todos. Pero está claro que el tiempo seguirá pasando.

Y mientras tanto, en vez de aprovecharlo o de usarlo o de vivirlo, intentamos eso, acotarlo. Querer calcularlo, tanto hacia atrás como hacia delante. Y sin pensar lo más mínimo en el resto, porque el tiempo es el tiempo aquí y en Pekín. Y sa'cabao. 

Al carajo ya, hombre. El tiempo hay que celebrarlo minuto tras minuto viviéndolo lo mejor posible.

Pero si alguien quiere aprovechar y soltar su resumen ahora que el almanaque se lo pone a tiro de piedra, no seré yo el que lo critique.

Feliz tiempo.

Me sigo emocionando -aún-

Me dí cuenta, me enteré, de que este pasado mes de agosto hice ya 4 años de vida junto a este espacio donde me dejo llevar mentalmente y suelto prendas sucias y feas que a nadie le gustan pero que a mí, dentro de su imperfección, me siguen enamorando a su manera. Diferente por el paso del tiempo, pero igual en cuanto a sentimiento se habla.

Me postro hoy, en tu honor, de rodillas y abierto como forma de sacrificio y orgasmo a la vez. Como una especie de eutanasia vital que deseo hacer. Como si en el fondo fueras tú, hoja en blanco, lo mejor que sé hacer. Como si fueras verdugo y orgullo a la vez.

Por la boca muere el pez y por mis letras yo debo perecer, día a día, arriesgándome al dejar todo esto y aquello a la luz. A la vista de cualquier (in)deseable. En un mundo abrupto que es internet que a su vez, no es más que una muestra más de los altibajos que muestra cualquier ser. Tanto tú, como yo. Pero internet nos permite algo así como un falso sentimiento de seguridad semejante a lo que produce el alcohol, sin ir más lejos.

Pero realmente, este blog casi sin quererlo se ha convertido en una especie de diario íntimo y personal sólo reconocido como tal por mí. Porque capto las ideas y mensajes que cada párrafo o canción vienen significar justo en ese preciso instante.

Y eso me hace sentir vivo, como si tuviera en mis manos algo preciado y fetén.

En fin, sigo con mis cosas, y con respecto a este blog, cumple este año casi su primer lustro, de todos los que quedan. Y ojalá se convierta en algo intergeneracional. Con entradas mías, de mis hijos, de mis nietos, de mis sobrinos. Que el gusanillo emocional y creativo jamás se pierda y perdure todo lo que internet puede ofrecer.

Así que bueno, creo que es una meta poco ambiciosa. Pero aún así voy a llevarla a cabo. Allá vamos.

Tocar los huevos, a los que ya los tocan.

Como terapia de choque, pero de choque frontal. Algo muy bruto y desesperado que acabe por elevar la jodienda a niveles cataclísmicos. Pero claro, ante qué. Quiero decir, que seguro que te preguntas "de qué coño habla el "enterao" este".

Me explico. Ahora resulta que está de modo todo lo "friki", "geek", "nerd", "gamer", "otaku"... en fin, todo aquello por lo que muchos nos ganamos motes, insultos y más de una hostia gratuita. Y comprendo el odio y rencor que se acumula bajo la piel y te corre por las venas hasta llegar al corazón, eso lo sé de puta madre. Pero hombre, así no se llega buen puerto. Y es mejor calmarse y dejar las cosas transcurrir tranquilamente.

Pero no, se ve que eso cuesta. Y nos sale el orgullo y los cojones que no tuvimos cuando eramos enanos, de golpe y porrazo nos creemos dueños de nuestros gustos -cuan inocentes somos- y más aún, nos creemos dueños de los gustos de los demás. Que a ti te gustaba todo eso y vestías así antes que estuviera de moda. Sí, la cantinela de siempre. Que me la sé de memoria chaval. Que te jode que ahora la gente folle con ese tipo de vestuario y actitud cuando tu lo más gordo que te has comido ha sido el puñetazo de más de uno, o lo más bonito que te han dicho por ello ha sido "gorda". Y es normal que joda, y que moleste. Totalmente comprensible, lo digo OTRA VEZ.

¿Qué sentido tiene? Creerte dueño y señor de cuando puede gustar algo a alguien y cuando no. Ninguno. Es más, comportándote así lo único que haces es ponerte a su nivel. Cuando ellos dictaminaron que su forma de ser no era apta para tí, que estabas fuera del juego y del mundo y que mejor pudrirte antes que siquiera besar el suelo que pisan. Y tú, capullo, te comportas igual. Lo mismo.

Sé reconocer cuando alguien no se merece algo, y cuando sí se lo merece. Y alguien que tiene esa mentalidad elitista y superflua, si se la devuelven o si al final acaba cayendo en esa mierda de "estatus", por mí que le peten.

Quizás te mereciste todo lo que pasaste. Porque quizás tu y ellos, no seáis tan diferentes como tu y tu cabeza pensabais. Y ahora ponte a llorar. O dime que los blogs están de moda y que ya no valen "pa ná".
Que yo dormiré igual de tranquilo -o de intranquilo- que siempre...

¿y tú?

Mi pareja y yo, raros.

Seré breve a la vez que conciso, no voy a enredarme en las marañanas de palabrejas pedantes que tanto os gustan leer hoy día, quizá por malos tiempos o por mala prosa, qué sabré yo -que sabrá usted- con la edad que tengo, con la hora que es.

Vamos a ver, me llaman raro. Rectifico, nos llaman raros. A mí y a mi pareja, como conjunto o como bloque. Como relación más bien, opino yo. Dicen que lo que nosotros tenemos, somos, hacemos, demostramos... pensamos, y continúen ustedes con la verbalada de turno (que suena como a cagada tipo diarrea pero de verbos) mientras yo, con sumo respeto de naranja -bueno, ya paro- me río en lo que os queda de cara. No es un chiste de humor negro, no voy a cruzar ese umbral -al menos no en un medio tan... público- pero desde luego, y extrapolando la metáfora a vórtices muy cabrónidos, más de uno perdería media cara si se lo pidieran. Con las palabras adecuadas y siempre diciéndoos lo que queréis oír; por supuesto.

Raros por ejemplo por ser una pareja que no eclipsa. Que no transforma a los individuos que forman ésta. Donde se parte del individualismo de la pareja como base de ésta, ella se llama Laura y viene con una serie de virtudes y defectos de fábrica que mire usted, no se pueden cambiar. Ni falta que hace. Y creo que en mi caso, hablamos del mismo dilema.

Raros por ser una pareja que no se engaña. Que permite no permite libertades carnales pero sí verbales. Ella dice lo que le apetece y yo no soy nadie para -además de censurarla- jugar emocionalmente con ella. Que tema mi respuesta, mi posición. Que se calle por miedo a que no me enfade. Miedo a tu pareja, o miedo a quedarte sólo. Hay malandrines, que se vive mejor sólo que mal acompañado, pero claro, habla uno que vive bien acompañado, poco apoyo os puedo dar.

Raros por tener tiempo para todo(s). Raros porque es ella la que en ocasiones me empuja a quedar con amigos, raros porque en otras soy yo la que organiza cosas con los suyos. Raros porque mis amigos ya la ven como una más del grupo, una más de la familia. Raros porque yo también me adapto a su grupo de amigos.

Raros por querernos.

Raros por estar así desde el primer día.

A veces tengo delirios, y me vienen ideas descabelladas a la cabeza, pero sobre todo una. La idea de que los raros sois vosotros, y que más pronto que tarde, algo se romperá y caerán las máscaras. Mientras que ésto no pasa, suerte, camaradas.


Esto va para tí.

"¿Qué hay detrás de la muerte?"

Sé que me lo preguntarás, que tu voz infantil surgirá para plantearse la pregunta que en su momento me hice. Sé que llegará el día en el que me toque a mí darle una explicación a esa inocente alma casi recién depositada en la faz de la tierra, y darle una que de verdad la convenza.

¿Pero seré capaz de mentirle?

¿Seré capaz de negarle que su abuelo está en un sitio mejor, justo en el mismo sitio donde mi abuelo también está? No soy capaz de mentirme a mí mismo -al menos no con esto- así que dudo mucho poder mentir a mi propio hijo. ¿Pero acaso estará preparado para saber que tras cerrar los ojos puede que un día no los vuelvas a abrir, y ya está?

¿Pero acaso estaré preparado yo?

Quizás debería hacer como todos hacen hoy día, sembrar magia e ilusión con cuentos y alegrías plastificadas para que luego él, por su propia cuenta y riesgo, se dé cuenta de la crudeza real que ocultan cada uno de los recovecos de la vida. O quizás...



Querid@ X.

Ahora mismo ni siquiera te concibo como idea en mi cabeza. Pero espero que un futuro tenga que enfrentarme ante esta bonita -pero complicada- situación. Confío en que los progresos tecnológicos sumados a mi afán por escribir mantengan vivo este escondite hasta que llegue dicho día.
Como no sé con exactitud qué edad tienes, trataré de no usar palabras muy difíciles. A unas malas te explicaré con sumo gusto todo lo que no entiendas. 

Sólo te diré esas palabras que me hubiera gustado que hubieran tenido mis padres conmigo cuando uno empieza a tener una edad en la que se plantea ciertas cosas. No pienses mal, tus abuelos siempre han sido buenos conmigo, pero quizás yo empecé temprano a plantarme demasiadas dudas para ellos, o simplemente no les pregunté. Posiblemente sea más error mío que suyo.

Cuando un perrito o un gatito se muere, por desgracia no va a ningún sitio maravilloso en ningún cielo, pero por otro lado tampoco va a ningún sitio horrible donde ser castigado. Por lo que nadie debe privarte de hacer nada que tu quieras hacer -y que tu moral vea adeacuado- por temor a acabar en el infierno (me da igual de que religión sea).
El día que yo me muera -llegará, sin duda- no me iré a ningún sitio. Primero porque no dejaré de estar contigo siempre que te acuerdes de mí. Bien por aquello que hice en vida (no me mires, ahora que lo escribo sólo tengo 22 años...) o bien por el simple hecho de la memoria post-mortem.
Y segundo, porque no existe NADA después de morir. Lo peor es que no te lo puedo asegurar al 100%, porque aún no ha vuelto nadie para contármelo (no sé si cuando leas esto resultará que alguien ha vuelto), pero ni para contármelo a mí ni para contárselo a nadie. 
Lo que quiero decirte es que ni yo ni nadie puede asegurarte qué hay después. De modo que lo importante es que tú te hagas dueño de tus esperanzas y las ordenes a tu gusto.

No debes temer a la muerte. Pero tampoco debes perderle el respeto. Puede llegar en cualquier momento y una vez llega ya no hay marcha atrás. No por ello debes vivir con miedo, al contrario, ésto es una motivación para día tras días despertarte y tratar de comerte el mundo. O por lo menos de soportarlo de la mejor forma posible. 
Disfruta de la vida, no pierdas oportunidades. Aprovecha tu tiempo según como tu creas que mejor te conviene a tí, no dejes que nadie te lleve por su camino (pero no te embales, no voy a dejar que sas un bala perdida). Y sobre todo y lo más importante: aprovecha y disfruta al 100% cada momento con cada persona que sea importante para tí. Porque no estarán siempre contigo, para darte un abrazo, un beso o echar una partida a la... XBOX Alpha3 V.1 MAX POWER (ya sé que estoy exagerando pero no tengo ni puñetera idea de qué consolas habrá) para que el día que cuando se vayan, no tengas que arrepentirte de nada y para que así el día que te vayas, puedas dormir tranquila y plácidamente, sabiendo que has vivido todo lo que has podido.


Me imagino que ahora alguien pensará que esto es una subnormalidad. Lo respeto, pero os pido un favor, dejadme a mí y a mis subnormalidades en paz.

Gracias al resto por leer, ya echaba de menos esto.