He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

Mi pareja y yo, raros.

Seré breve a la vez que conciso, no voy a enredarme en las marañanas de palabrejas pedantes que tanto os gustan leer hoy día, quizá por malos tiempos o por mala prosa, qué sabré yo -que sabrá usted- con la edad que tengo, con la hora que es.

Vamos a ver, me llaman raro. Rectifico, nos llaman raros. A mí y a mi pareja, como conjunto o como bloque. Como relación más bien, opino yo. Dicen que lo que nosotros tenemos, somos, hacemos, demostramos... pensamos, y continúen ustedes con la verbalada de turno (que suena como a cagada tipo diarrea pero de verbos) mientras yo, con sumo respeto de naranja -bueno, ya paro- me río en lo que os queda de cara. No es un chiste de humor negro, no voy a cruzar ese umbral -al menos no en un medio tan... público- pero desde luego, y extrapolando la metáfora a vórtices muy cabrónidos, más de uno perdería media cara si se lo pidieran. Con las palabras adecuadas y siempre diciéndoos lo que queréis oír; por supuesto.

Raros por ejemplo por ser una pareja que no eclipsa. Que no transforma a los individuos que forman ésta. Donde se parte del individualismo de la pareja como base de ésta, ella se llama Laura y viene con una serie de virtudes y defectos de fábrica que mire usted, no se pueden cambiar. Ni falta que hace. Y creo que en mi caso, hablamos del mismo dilema.

Raros por ser una pareja que no se engaña. Que permite no permite libertades carnales pero sí verbales. Ella dice lo que le apetece y yo no soy nadie para -además de censurarla- jugar emocionalmente con ella. Que tema mi respuesta, mi posición. Que se calle por miedo a que no me enfade. Miedo a tu pareja, o miedo a quedarte sólo. Hay malandrines, que se vive mejor sólo que mal acompañado, pero claro, habla uno que vive bien acompañado, poco apoyo os puedo dar.

Raros por tener tiempo para todo(s). Raros porque es ella la que en ocasiones me empuja a quedar con amigos, raros porque en otras soy yo la que organiza cosas con los suyos. Raros porque mis amigos ya la ven como una más del grupo, una más de la familia. Raros porque yo también me adapto a su grupo de amigos.

Raros por querernos.

Raros por estar así desde el primer día.

A veces tengo delirios, y me vienen ideas descabelladas a la cabeza, pero sobre todo una. La idea de que los raros sois vosotros, y que más pronto que tarde, algo se romperá y caerán las máscaras. Mientras que ésto no pasa, suerte, camaradas.