He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

¿Que se acaba el qué?

Las redes sociales están que arden con tanto resumen del año de cada uno. Es como si de una manera u otra pensáramos que nos venden el tiempo empaquetado en cajas de un año. Y tras abrir una de esas cajas, ahora nos disponemos a hacer una crítica del producto recibido, un unboxing así en un directo diferido escrito -lleva pelo esto- para todo el que quiera -o no- leer o informarse.

Suficiente infamia pensando que podemos acotar el tiempo según datos y cálculos, cuando éste, lleva aquí mucho más... tiempo, que nosotros mismos. El tiempo lleva aquí más tiempo que nadie. Siempre existió el tiempo, o así me lo imagino yo.

Es correcto mirar atrás, condicionados claro está, sobre lo que hemos vivido en un año. Es una acotación que nos sale sola, muy natural. Y además muy exacta. Todos sabemos qué cosas nos daría tiempo a hacer en un año grosso modo. Pero el tiempo no dura siempre lo mismo, el tiempo es abstracto para cada cual, y no, no pienso que el conteo de sesenta segundos sea igual para todas las personas del mundo.
Me encierro, lo advierto. No me bajo del burro. Los últimos sesenta segundos de este año, no durarán lo mismo para todos. Pero está claro que el tiempo seguirá pasando.

Y mientras tanto, en vez de aprovecharlo o de usarlo o de vivirlo, intentamos eso, acotarlo. Querer calcularlo, tanto hacia atrás como hacia delante. Y sin pensar lo más mínimo en el resto, porque el tiempo es el tiempo aquí y en Pekín. Y sa'cabao. 

Al carajo ya, hombre. El tiempo hay que celebrarlo minuto tras minuto viviéndolo lo mejor posible.

Pero si alguien quiere aprovechar y soltar su resumen ahora que el almanaque se lo pone a tiro de piedra, no seré yo el que lo critique.

Feliz tiempo.