He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

Sigamos nadando.

Quedate así. No cambies bajo ningún concepto, mantente como una pequeña botella mensajera de aquél naufrago que desea que le salven, pero que sabe que no lo merece, solamente el hastío y la esperanza del cristal batido y mecido por la espuma salada le dan ya un símbolo que seguir.

Hablo de ti, de este pequeño hueco donde uno puede desnudarse sin importar donde quedaron sus ropajes, pues nunca lo volverá a necesitar... hasta que el mensaje se entregue.

Y como vivo en la ilusión de una falsa alegría regalada por una falsa vida, este mensaje quedará aquí perdido en estos inmensos datos. Sin buscar -pero no querer- que nadie los encuentre. Sin esperar -pero no desear- que alguien los entienda.

En esto te convertirás, tu, querido amigo. Que fui, soy y seré el que escribe en última instancia. Pasan los años y vuelvo a veces, a escondidas, cuando ya no queda donde huir. Cuando lo terrenal pisa, daña y despierta. No es rendirse y huir, es sembrar esperanza.

La esperanza de que algún día esto, que nació sin objetivo, pase a mejores manos. Mientras tanto, son muchos los años -espero- que me quedan. Y volveré.

Y lloraré cuando no pueda escribir más. Cuando mis manos no me obedezcan, cuando el tiempo dicte su justa sentencia conmigo. Pero aún más cuando nadie retome este pequeño rincón.

Y nadie lo sabrá, sólo tu, pequeño rincón.

Pues la escoria que se genera de forma espontánea, de la misma se desvanece.