He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

Sin bajas en el frente.

Todo contínua. El movimiento incansable de las masas se abalanza sobre nuestras cabezas a medida que el tiempo transcurre insaciable de nuevos frutos que recolectar. La velocidad. Celeridad pasmosa la de nuestro entorno, acostumbrado a pensar y actuar con suma presteza.

Sólo pedimos como precio del viaje, sinceridad. Aunque de forma involuntaria, no hay necesidad de realizar un camino en vano. De depositar. De mentir. De desconocer. De pecar de ingenuo. De ser inconsciente. Inconsciente de tus propias verdades. Que me siga quien guste. Mi meta no está clara, pero el camino sí. No prometo felicidad, riqueza, poder o emociones insuperables. No tengo la mejor oferta del mercado. Realmente no quiero tenerla. Estoy cómodo ante lo que soy. Mi mente descansa tranquila en letargos de sosiego. No hay razón para la beatitud. Mi alma descansa ante la expectación de nuevas emociones por sentir, pues la sed de sangre jamás descansa de los colmillos acostumbrados a beber. La energía que brota de mi cuerpo continúa constante, no insistente pero sí con altibajos suficientes para encarar con cierta curiosidad infantil lo nuevo que me depara la vida.

Llega la hora de cambiar. Decisiones tomadas, nuevas formas de encarar la vida. Ese sentimiento consciente ante lo aprendido. Desplegar todas las alas. Abrirlas por completo. No voy a volar. No me apetece tocar el astro ardiente, sólo me apetece saber que aún las tengo. Siguen ahí. Y nunca -jamás- desaparecerán de mi lado.

Los principios nos mueven hacia decisiones, las decisiones hacia los hechos, y esos hechos nos hacen conectar con unas personas, o con otras. Lástima que a veces, cambies de principios, y decidas conectar con alguien cuando -posiblemente- sea ya demasiado tarde.

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