He aquí.

Este es mi blog, un pequeño sitio donde vengo de cuando en cuando a soltar ideas en forma de entradas. Siéntete libre de curiosear lo que quieras.

Diego.

Sueños.

-Míralo, ¿lo recuerdas?. Es aquél pardillo al que insultábamos y del que nos reíamos todos. Y parece que viene con amigos, va acompañado. No entiendo cómo lo pueden siquiera soportar, ese niño es un pesado, seguro que se les ha pegado. Siempre hace lo mismo."

Me enteré perfectamente de la conversación. Mi vista estaba en mis amigos, pero mi alma estaba en la mesa donde aquella chica, a la que recuerdo perfectamente. Son uno de esos momentos en los que te enteras de cualquier conversación por muy lejana que sea, y yo, ya estaba cansado de todo, así que decidí actuar. Me levanté y fui hacia ella.

-¿Qué coño has dicho, gorda?
-...¿perdona?
- Ni perdona ni poyas. No quiero volver a escuchar tu asquerosa voz, así que métete un filete en la boca y cállate de una puta vez.

No le dí tiempo a nada más, me fui y olvidé el asunto, pero esto no iba a acabar aquí, aún tenía que suceder aquello.

-No sé que mosca le ha picado a este imbécil...
-Pero tía, ¿porqué te ha insultado, qué le hiciste?
-¿Yo? Yo nunca le hice nada, este es un exagerado.

Volví a enterarme, y ahora llegaba el segundo asalto.

-¿Que tú nunca hiciste nada?. De qué cojones estás hablando. Tú eres tan culpable como el puto resto. Tú no sabes lo que es, que desde sexto de primaria hasta cuarto de secundaria estén clases enteras señalándote con el dedo y riéndote, empujándote, dándote golpes... , no, tu no tienes ni idea. A mí nadie me va a dar una nueva juventud, porque ustedes me la quitasteis, a base de golpes y a base de insultos. ¿Con qué derecho?. ¿Sabes lo duro que es, no añorar para nada mi infancia? Tú que vas a saber. Siempre fuiste una puta egoísta de mierda que te dejabas llevar, como el resto de imbéciles que te rodeaban.

Acto seguido me volví a alejar de ella, pero hubo un sonido que me hizo frenarme. Ella estaba llorando. Es como si se sintiera arrepentida de todo el dolor que me hizo, o de todo el dolor que ayudó a que me hicieran. Se levantó, me miró, se acercó a mí y me dio un abrazo. No supe que hacer, estaba totalmente anonadado... hasta que hubo algo dentro de mí, que me impulsó a corresponder el abrazo. Estaba sintiendo pena. Pena por una de esas personas que tanto me hizo sufrir y a la que tanto odié. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario