Durante toda nuestra vida nos planteamos la
mejor forma de alcanzar el éxito en nuestros proyectos. Ultimamente
tenemos demasiado en estima el hecho de tener una carrera, dejando de
lado un factor que puede determinar que cerebro es una constante
transaccion de ideas y cual una uva pasa.
Me refiero, a la originalidad. Ese don que, a medida que aumenta la presencia tecnología en los hogares, cada
generación nueva que nace parece que se lo deja en la placenta. La
originalidad bien usada puede desbancar a cualquier carrera (o incluso
varias a la vez) pues la originalidad es la que demuestra al mundo que
estamos constantemente reinventandonos.
La originalidad es la
que une a los inconformistas. A esa gente que se niega a seguir pensando
-y actuando en ciertos aspectos- como hace 40 años por una increíble
falta de eso, de originalidad. La originalidad es la que nos hace soñar.
La que nos hace vivir aventuras, que a día de hoy queda estipulado por
la sociedad monótona, típica y tópica que ser original y usar la
imanación, es algo de críos despreocupados.
La misma
imanación y originalidad nos ayudan a plantearnos interesantes ante el
resto de mortales. A ser personas pensantes y activas con un gran
atractivo emocional.
La imaginación define a un buen músico
frente a uno mediocre. La originalidad te hace un buen amante bajo las
sabanas frente al metódico soporífero.
La originalidad y la
imaginación -ya acabando- son las que me han traído aquí y son las que
espero que, algún día, me lleven a mi y a mis sueños muy lejos.
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